martes, 22 de febrero de 2011

EE UU se prepara para responder a un baño de sangre

EE UU se prepara para responder a un baño de sangre 

EE UU SE PREPARA PARA RESPONDER A UN BAÑO DE SANGRE EN LIBIA

GADAFE CLAN
 
 
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EE UU se prepara para responder a un baño de sangre

HILLARY CLINTON CALIFICA DE “INACEPTABLE” LA REPRESIÓN DE LA REVUELTA EN LIBIA.- WASHINGTON VISLUMBRA EL OCASO DEL ANTIAMERICANISMO EN EL MUNDO ÁRABE

ANTONIO CAÑO | Washington 22/02/2011
  • Cada levantamiento en un país árabe representa un nuevo y distinto desafío para Estados Unidos, incapaz de reaccionar al ritmo vertiginoso que los acontecimientos han alcanzado.
En el caso de Libia, donde la influencia norteamericana es muy escasa, la prioridad para Washington es evitar un baño de sangre que podría crear la necesidad de una intervención internacional compleja y de imprevisibles consecuencias.
  • La secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijo anoche en un comunicado que “el mundo está observando la situación en Libia con alarma” y que “es hora de detener este inaceptable baño de sangre”. Clinton afirmó que está en contacto con otros Gobiernos para estudiar las medidas que es necesario adoptar.
Un funcionario estadounidense admitió ayer que nadie en la Administración había comunicado con Muamar el Gadafi o con miembros de su familia. Ningún miembro de su Gobierno ha sido contactado tampoco desde el viernes pasado.
Estados Unidos se ha limitado hasta el momento a ordenar la salida de Libia de todo su personal diplomático no imprescindible -el embajador ya ha había salido hace meses como consecuencia del escándalo de Wikileaks- y a informar que Barack Obama estaba siguiendo de cerca la situación y “analizando todas las medidas apropiadas”.
“Estamos buscando clarificación de parte de responsables libios al tiempo que mantenemos nuestra demanda de evitar la violencia contra las manifestaciones pacíficas y de respetar los derechos universales”. Mientras un portavoz anónimo pronunciaba esas palabras en la Casa Blanca, la televisión Al Yazira informaba ya de quela aviación estaba disparando contra las personas concentradas en Trípoli.
Claramente, la situación en Libia desborda a Estados Unidos, que no tiene allí en juego, a diferencia de Egipto o Bahréin, intereses estratégicos vitales, a excepción del efecto que esa crisis puede tener en los precios del petróleoo el riesgo de una internalización del conflicto que llegue a obligar al uso de la fuerza.
El embajador libio en Washington, que aparentemente ha abandonado a su Gobierno, pidió una acción internacional para frenar lo que él definió como “una matanza”, aunque añadió que confiaba en que no sería necesaria una intervención militar.
Desde el punto de vista político, la caída de Gadafi ofrece a Estados Unidos una gran oportunidad para comprobar la naturaleza puramente cívica, no ideológica, de los sucesos en el mundo árabe y acomodar su estrategia a un futuro que puede ser mucho más prometedor para Washington: el antiamericanismo, como una de las fuerzas vitales que marcaban los movimientos en esa región, puede estar en declive.
Los acontecimientos se suceden a tal velocidad que, por el momento, es imposible vislumbrar ninguna estrategia o apostar por una salida. Pero, dentro de esa enorme confusión, se van tomando medidas que permiten sacar algunas primeras conclusiones.
La primera, que Estados Unidos trata de acelerar los cambios políticos en los países del Golfo, los más receptivos a la influencia norteamericana y los de mayor valor estratégico, antes de que sean barridos por la oleada reformista.
La represión en Bahréin cesó inmediatamente después de que Obama telefoneara el viernes por la noche al rey Hamad bin Isa el Jalifa. El consejero de Seguridad Nacional, Thomas Donilon, llamó un día después al príncipe heredero, Salman bin Hamad el Jalifa, para preparar una transición ordenada hacia la democracia.
El jefe de las Fuerzas Armadas norteamericanas, almirante Mike Mullen, empezó ayer una visita a los países del Golfo, todos ellos estrechos socios militares, para analizar la situación.
En segundo lugar, después de la caída de Hosni Mubarak, todos los aliados de Estados Unidos en el mundo árabe han entendido que no pueden contar con Washington como último sostén para prologar regímenes fieles pero impopulares.
Además, Obama intenta mantener cierta distancia sobre el desarrollo de los hechos en los países que son históricos rivales para no dar excusas a deslegitimar los movimientos de protesta. Así ha sido en el caso de Irán y en el de Libia.
En ambos países la Administración norteamericana no ha utilizado hasta ahora un lenguaje muy diferente al de Egipto. Si no se pidió abiertamente la renuncia de Mubarak, tampoco se ha pedido la de Gadafi.
La Casa Blanca ha llegado a la conclusión de que la ola de cambio es imparable y que sería un grave error oponerse, aunque eso suponga desconcertar a algunos aliados, especialmente Arabia Saudí, cuyo Gobierno se quejó por la actitud de Obama hacia Mubarak y se ha vuelto a quejar ahora, según The New York Times, por la postura adoptada en Washington con relación a Bahréin.

“Gadafi está solo y quiere quemar la tierra libia antes de irse”

OMRAN MOHAMED OMRAN, DISIDENTE LIBIO DE LA COALICIÓN QUE LIDERA LAS REVUELTAS, ASEGURA QUE EL DICTADOR APENAS TIENE APOYOS EN EL EJÉRCITO Y SE RESISTE A CAER CON UNA LUCHA MERCENARIA

FERNANDO NAVARRO - Madrid – 22/02/2011
  • “El régimen de Gadafi está utilizando mercenarios contra su pueblo.
No es una guerra civil. Es la masacre de un hombre que está solo y tiene una premisa en la cabeza: yo he hecho este país y yo lo quemo”.
Expatriado desde hace 21 años, Omran Mohamed Omran, un periodista libio de 56 años que vive en Málaga, es representante en España de la Coalición del 17 de febrero, el movimiento popular que lideró el levantamiento contra el régimen de Gadafi.
  • “Los mercenarios son africanos, ni siquiera hablan árabe, patrullan las calles ametrallando cualquier aglomeración de gente, atacando hospitales y saqueando los lugares públicos para desestabilizar y crear confusión”, explica Omran, que asegura que los ciudadanos libios han decidido crear grupos de guardia para proteger calles e instituciones delasalto mercenario.
“Es horrible. Gadafi ha utilizado aviones contra la gente. Me cuentan que los cadáveres son muchos más de las cifras que se conocen y no se pueden recoger de las calles porque hay informadores y aparecen los mercenarios”.
Omran, que trabaja para distintos periódicos árabes, se comunica diariamente por un teléfono vía satélite que supera los problemas de comunicación con su país. Habla en varias ocasiones al día con sus compatriotas, que están protagonizando estos días unas revueltas históricas contra un dictador que lleva 42 años en el poder. “Estamos luchando por un Estado laico.
El hijo de Gadafi, Saif el Islam, dijo el otro día que somos islamistas para asustar a Occidente pero no es verdad”.
Omran asegura que los manifestantes “en ningún caso” tienen como objetivo a los extranjeros y pide a los españoles y demás extranjeros que se refugien “en hoteles porque no serán nunca atacados” por la gente de la calle. “No queremos manchar de sangre nuestro levantamiento, como le gustaría a Gadafi”, sentencia.
La Coalición del 17 de febrero toma su nombre de la jornada de levantamiento popular en Libia , cuando se llevó a cabo el Día de la Ira en el país norteafricano, a semejanza de sus vecinos de Túnez y Egipto.
“Lo que queremos es fundar un Estado con democracia, derechos civiles, libertad de expresión, de asociación, de prensa….
Queremos un Estado moderno no un Estado que vive en la edad media.
Queremos vivir en el siglo XXI y no en el siglo X.”, cuenta el disidente libio.
Divisiones en el Ejército
Según sus informaciones, la división en el Ejército es un hecho y varios militares se han unido a la protesta. No es el caso del jefe del Estado Mayor del Ejército libio, Abubaker Yunas, quien participó en el golpe de Estado de 1969 que llevó a Gadafi al poder, que está en arresto domiciliario porque se enfrentó al líder libio.
Según Omran, en una reunión previa al discurso del hijo del dictador el pasado domingo, Yunas le pidió a Gadafi que se apartara del poder para cumplir con las demandas del pueblo, pero Gadafi respondió que antes quemaría la tierra que él mismo había hecho florecer.
Poco después,Saif el Islam, sucesor de Gadafi, aseguró en un mensaje televisado que su familia lucharía “hasta que caiga el último hombre”.
Omran informa que el general de los paracaidistas, Abdul Aftah Yunes, próximo a Gadafi, ha sido arrestado por los revolucionarios y fue entregado a los jueces, que se han convertido en símbolo de las protestas ante el caduco régimen del general libio.
“En vez de los alcaldes de Gadafi, son los jueces los que dirigen y administran los pueblos de los revolucionarios porque gozan del respeto del pueblo”, afirma Omran. “Gadafi dijo al pueblo: o nosotros o la muerte.
Y hemos elegido la muerte antes que a Gadafi porque queremos vivir en el siglo XXI y no en el siglo X”.

Gadafi, el tirano más cínico

EL LÍDER LIBIO HA UNIDO EXCENTRICIDAD Y PRAGMATISMO DURANTE SUS 40 AÑOS EN EL PODER PASANDO DE FINANCIAR AL TERRORISMO A RECONCILIARSE CON OCCIDENTE

ENRIC GONZÁLEZ 22/02/2011
  • Calificar a Muamar el Gadafi de dictador excéntrico sería empequeñecer al personaje.Muamar el Gadafi
Primero, porque no solo cumple hasta el último precepto del manual del buen tirano (41 años en el poder, conversión de Libia en una finca familiar, pretensiones dinásticas, culto a la personalidad, represión minuciosa de la disidencia), sino que aporta un toque exquisitamente cínico al oficio: acusa a los libios de todos los males del país, ya que, dice, en 1977 él les entregó el poder absoluto a través de la jamahiriya, un sistema político de su invención traducible como república de las masas; si las cosas no funcionan, es culpa de ellos.
  • Era un simple capitán de 27 años cuando alcanzó el poder con un golpe
Segundo, porque Gadafi es más que excéntrico.
Hace cosas como viajar con su famosa falange de amazonas supuestamente vírgenes y con sus camellos, o lucir un vestuario singularmente exclusivo, pero además carece de límites cuando intenta expresar un punto de vista o desea permitirse un capricho: es capaz de irrumpir en una reunión de la Liga Árabe y ponerse a orinar en la sala, o de comparecer en un acto oficial maquillado como una Barbie y con zapatos de tacón.
Hablar de un “dictador excéntrico”, aunque fuera en términos superlativos, seguiría empequeñeciendo al personaje. Gadafi es también un dirigente astuto y pragmático, que supo abandonar a tiempo el papel de azote de Occidente y máximo financiador del terrorismo mundial para convertirse en un estadista elogiado en Washington y las capitales europeas.
Un diplomático francés le definió como “un kamikaze que jamás pierde el control”.
Un diplomático estadounidense le definió como “inteligente y reflexivo, bajo una apariencia estúpida”.
A los hombres suele conocérseles por su infancia y su juventud. Muamar el Gadafi nació el 7 de junio de 1942 en un campamento beduino cercano al puerto libio de Sirte. Entonces, el país se llamaba aún Noráfrica Italiana.
La guerra, cuyo fin supuso la caída del imperio de Mussolini, dejó tras sí un territorio desértico y arruinado, plagado de minas, del que nadie quería hacerse responsable. Se decidió entregárselo a un rey, Idris, más o menos complaciente con las potencias vencedoras.
El niño Gadafi fue un beduino despreciado por sus compañeros de clase. El joven Gadafi, militar de academia, absorbió el sentimiento que más unía a la sociedad libia, un anticolonialismo furioso, y tomó como ídolos al Che Guevara y al presidente egipcio Gamal Abdel Nasser.
El 1 de septiembre de 1969, cuando participó en el golpe de Estado contra la monarquía, Gadafi no era nadie en la jerarquía militar: un simple capitán del Cuerpo de Señales, sin armas a su disposición. Pero era alguien entre sus compañeros, unos cuantos oficiales que nombraron presidente a un tipo carismático de solo 27 años.
En Libia acababan de descubrirse gigantescas reservas de un petróleo de excelente calidad, lo cual permitió a Gadafi establecer un régimen basado en los servicios sociales gratuitos (el nivel educativo y la esperanza de vida son hoy de los más altos en África), en el código moral islámico y en el nacionalismo panarabista. Imitando a Mao, otro de sus modelos, publicó entre 1972 y 1975 los tres tomos del Libro Verde, en el que expuso los principios teóricos de la jamahiriya, un sistema asambleario que definía como “democracia perfecta”.
Tan perfecta, según Gadafi, que el presidente y jefe supremo de las Fuerzas Armadas no requería un rango superior al de coronel, dado que en una sociedad como la libia, cuyo poder era ejercido directamente por el pueblo, carecían de sentido las jerarquías tradicionales.
Imposible detallar aquí su actividad diplomática. Conviene recordar que intentó fusionar Libia con Egipto, Siria, Túnez y Sudán, que invadió Chad, que respaldó a los tres tiranos más sangrientos del África poscolonial (Bokassa en el Imperio Centroafricano, Idi Amin en Uganda, Mobutu en Zaire), que financió sin discriminaciones ideológicas a cualquier grupo guerrillero o terrorista que le pidiera dinero (solo exigía que el grupo en cuestión se definiera como “anticolonialista” o “antiimperialista”), y que participó en casos de terrorismo de Estado en el extranjero como la destrucción de dos aviones de pasajeros (UTA en 1986, Pan Am en 1988) o de una discoteca en Berlín (1986).
Es posible que su responsabilidad en esas matanzas no fuera tanta como la atribuida y que algo tuvieran que ver los servicios secretos sirios e iraníes. Pero Gadafi prefirió asumirla por completo y pagar el precio del perdón.
El que fue gran aliado de Moscú descubrió, tras la caída de la Unión Soviética, que entre el odiado imperialismo estadounidense y el peligroso integrismo islámico debía elegir un mal menor, el que le permitiera mantenerse como “líder fraternal” de la revolución libia.
Había soportado en 1986 un bombardeo ordenado por Ronald Reagan en el que murió su hija adoptiva Ana, de cuatro años.
Aun así, eligió la reconciliación. Pagó indemnizaciones, ofreció contratos petrolíferos, renunció a combatir el neocolonialismo, se sumó a la “guerra contra el terrorismo” de George W. Bush y en 2008 acabó siendo invitado por Barack Obama a la cumbre del G-8.
Incluso propuso que israelíes y palestinos hicieran la paz compartiendo un país llamado Isratina; cuando vio que no le hacían caso, afirmó que israelíes y palestinos eran “idiotas”.

CUATRO DÉCADAS DE PODER ABSOLUTO

1969. Gadafi y otros oficiales del ala izquierdista del Ejército derrocan al rey Idris I e instauran el Consejo Supremo de la Revolución.
1973. Declara la Revolución Cultural para crear una sociedad nueva e instalar comités populares en escuelas, hospitales y en la Administración.
1975. Gadafi presenta el Libro verde, que expone su original concepción de un islam politizado, ni laico ni integrista.
1977. Proclama la Yamahiriya (República de las masas), que instaura el Congreso General del pueblo y los comités revolucionarios.
1981. EE UU derriba dos aviones libios en el golfo de Sirte, reivindicado por Trípoli.
1985. Doble atentado terrorista en los aeropuertos de Roma y Viena. Mueren 19 personas. EE UU acusa al Gobierno libio de estar vinculado con los terroristas.
1986. Atentado contra una discoteca en Berlín frecuentada por soldados norteamericanos: 3 muertos y 300 heridos. Como represalia, aviones de EE UU bombardean Trípoli y Bengasi, matando a 44 personas, incluida una hija de Gadafi.
1988. Atentado contra un avión de Pan Am que estalla sobre Lockerbie (Escocia), matando a 270 personas.
Dos libios son acusados por la justicia británica, pero Gadafi se niega a entregarlos.
1992. La ONU impone sanciones económicas y diplomáticas a Libia para que entregue a los sospechosos
del atentado de Lockerbie.
1999. Entrega de los acusados del caso Lockerbie.
La ONU suspende las sanciones contra Libia, que restablece las relaciones diplomáticas con Reino Unido.
2003. El régimen libio asume su responsabilidad por el atentado y acepta indemnizar a las víctimas. Gadafi renuncia al programa de desarrollo de las armas de destrucción masiva.
2006. Se restablecen las relaciones diplomáticas y económicas entre EE UU y Libia, que Washington borra de su lista de Estados terroristas.
2008. Visita a Trípoli de Condoleezza Rice, la primera de un secretario de Estado norteamericano en 55 años a Libia. Los dos países firman un acuerdo para indemnizar a las víctimas de ataques en Libia.
2009. Reino Unido entrega a Libia a uno de los acusados del atentado de Lockerbie por razones de salud.
2010. Acuerdo entre la UE y Libia para frenar la inmigración clandestina.

Espada del Islam, hijo y sucesor del dictador

LA FAMILIA HA ACAPARADO EL PODER Y LOS NEGOCIOS DEL PAÍS

FERNANDO NAVARRO - Madrid – 22/02/2011
  • Muamar el Gadafi se pasó durante años recibiendo a jefes de Gobierno dentro de su tienda de beduino.
  • Estaba, de alguna forma, simbolizando su concepto primitivo y férreo de las cuestiones de Estado.
Más allá de sus conocidas excentricidades, la vida política del dictador libio ha girado siempre en torno al sentimiento de tribu y una confianza absoluta en el clan familiar.
  • Saif, arquitecto de 38 años, se impuso a su hermano Mutasim, militar de carrera
Al Saadi y Aníbal se han dedicado a derrochar dinero y hacer tropelías
Si en los primeros años de su régimen se rodeó de primos y cuñados para afianzarse tras el golpe de Estado que le llevó al poder en 1969, pasado el tiempo y aumentada la familia, Gadafi fue depositando responsabilidades y negocios en sus ocho hijos con el fin de tener bien atados todos los cabos en el país norteafricano.
En octubre de 2009, ante una asamblea de jefes tribales y notables, no tuvo problemas en nombrar sucesor a su hijo, Saif el Islam, el mismo que el domingo lanzó un mensaje televisado cargado de amenazas para aterrorizar a la población que se manifestaba en las calles.
Saif el Islam, que significa Espada del Islam, rompió con su imagen de supuesto reformista, cultivada por el propio régimen, y apeló al espíritu guerrero de su abuelo, que se enorgulleció hasta su muerte de haber sido herido en el campo de batalla combatiendo contra el Ejército colonial italiano, cuando dijo que su familia lucharía “hasta que caiga el último hombre”.
Según la organización Global Security, este arquitecto culto e inteligente de 38 años, que posee un estudio en Trípoli y es dueño de un grupo de medios informativos que incluye televisiones por satélite y periódicos, cuenta con el respaldo de su padre para sustituirle como “guía de la revolución”.
Con su doctorado en la London School of Economics, se ha convertido en el hijo predilecto del clan, pese a su falta de conocimientos militares, situándose en mejor posición que su hermano Mutasim, teniente coronel de 36 años que estaba en las apuestas a la sucesión y desempeña el cargo de asesor de seguridad nacional.
El Islam apareció en la escena internacional en el año 2000 cuando negoció la liberación de unos rehenes apresados por terroristas islámicos en Filipinas.
Desde entonces ha desempeñado funciones importantes en la gestión de conflictos, como el caso Lockerbieo el desmantelamiento del programa nuclear, que han permitido a Libia mejorar su imagen ante la comunidad internacional.
A ese papel de mediador, que le dio cierto crédito en algunos círculos diplomáticos de Occidente, le acompañó un talante reformista con sus críticas a la vieja guardia y los comités revolucionarios que imponían la ortodoxia política. Sin embargo, aseguran algunos expertos, su apertura al exterior ha respondido mucho más a los fines comerciales que a la concesión de derechos y libertades.
El Islam, como Mutasim o Jamis, otro de los hijos, que es un hombre fuerte de las Fuerzas Armadas, representan al orgulloso y autoritario Gadafi. Pero, como en las viejas parábolas, siempre hay ovejas descarriadas que, en este caso, ilustran otros rasgos distintivos de la extravagante personalidad del líder libio.
El Gadafi derrochador se encuentra en Al Saadi, de 37 años, que nunca ha mostrado interés por la política pero decidió invertir sus influencias en jugar al fútbol.
Su sueño era convertirse en una estrella del calcio y lucirse en algún partido de la Liga de Campeones, pero se tuvo que conformar con vestir las camisetas del Perugia, Udinese y Sampdoria, disputando tan solo dos partidos a lo largo de tres Ligas italianas y enfrentándose además a una sanción por dopaje.
Saadi, sin embargo, no se desanimó y decidió lanzarse al cine fundando una productora de películas del Oeste.
El Gadafi vividor se halla en Aníbal, de 34 años, propenso a la bronca y a saltarse las normas. En el verano de 2008 fue detenido en Ginebra por agredir a dos empleados del hotel en el que se alojaba con su esposa.
Tras pasar dos noches en la cárcel y abonar una fianza de casi 300.000 euros, regresó a Libia y abrió una crisis diplomática. Su padre respondió reteniendo a dos hombres de negocios suizos y suspendiendo la venta de petróleo al país europeo. En 2004, Aníbal había sido ya arrestado en París por saltarse varios semáforos en rojo por los Campos Elíseos.
Y el Gadafi antiimperialista, de raíz panárabe, se esconde en su única hija, Aisha, de 30 años.
En julio de 2004, se hizo bastante popular al unirse al equipo jurídico que defendió a Sadam Husein.
En el conflicto diplomático de su hermano Aníbal en Suiza, se personó en Ginebra para advertir a las autoridades helvéticas: “Aplicaremos la política del ojo por ojo y diente por diente”.
En este caso, como también hizo Espada del Islam, tomó del padre el tono amenazador.

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